Decidí republicar este capítulo ya que el oriental contaba su historia en el siguiente pero creo que quedaba mejor en este así que aquí está.
El viaje parecía aburrido, Ricardo no encontraba mucho con que divertirse, en realidad no era alguien que se caracterizase por hablar demasiado. Ricardo era un soñador, un empresario frustrado; era brillante pero le faltaba carisma, jamás pudo triunfar con los intentos en balde para obtener éxito y establecerse dentro de la clase alta. En realidad, había nacido en una población humilde y deseaba salir de su realidad lo más pronto posible, sin embargo así como hay quienes cumplen sus sueños, también hay quienes fallan al intentarlo. En el camino conoció a Andrea Beita, su amada y a quien perdió a manos del demonio Ophiel y es por eso que decidió unirse al ejército. Nunca tuvo experiencia en combate, pero sus deseos de triunfar son los deseos que debería tener todo aquél que se une a las fuerzas.
Héctor no hacía nada más que mirar el paisaje y dibujarlo en un cuadernillo que siempre llevaba consigo. Antes de que el conflicto ocurriera se ganaba la vida como escritor, pero lo gustaba dibujar, era una de sus actividades preferidas. Tenía una columna en un diario y daba clases en una universidad prestigiosa. Estaba felizmente casado hasta que la catástrofe llegó. Una persona culta y con capacidades enormes que ahora había tenido que cambiar de rol drásticamente y convertirse en un guerrillero más. En una esperanza de la humanidad. Él creía en la humanidad, creía que tenía futuro y al presentarse un conflicto de tal magnitud lo único que le quedaba por hacer era convertirse en militar. No sabía nada de combate pero con el tiempo se fue haciendo más fuerte. Dejó aquella flacidez de su cuerpo para transformarla en músculo. En verdad se ha unido para luchar y llevar a los humanos a la victoria.
El tercer acompañante se quedó mirando fijamente los dibujos de Héctor, así fue por un rato hasta que decidió romper el hielo.
-¿Dibujante, señor?- decía articulando rápidamente las palabras.
-No, en realidad sólo es un pasatiempo, a mi esposa le encantaban estos paisajes ¿sabe?- respondió Héctor terminando de dibujar la montaña que se podía ver a lo lejos. Después éste afirmó: “Por el acento y las facciones de su cara diría que es oriental”
-Hai, de la Tierra del Sol Naciente, Okinawa para ser exacto- dijo el oriental.
- Buen lugar para nacer, he estado ahí varias veces; por cierto mis modales son pésimos mi nombre es Héctor Azagra, escritor- dijo Héctor dejando el cuadernillo de dibujo y dando la mano a su acompañante.
-Morihei Funaki, hace mucho que no tengo trabajo, pero jamás había conocido a un escritor- respondió Morihei a Héctor dejando su arma y dándole la mano a Héctor. -¿Y usted señor es?...- preguntó Morihei dirigiéndose a Ricardo queriéndolo incluir en la conversación.
-Ricardo Valenciano- respondió Ricardo viendo hacia la ventana pensativo.
-¿No es un gran hablador verdad señor?- preguntó Morihei al pensativo
- No me malentienda, es sólo que el futuro encuentro me mantiene ocupado y no quiero pensar en nada más- respondió Ricardo con la vista aún enfocada a la ventana.-Además Héctor es una buena persona y muy culto tiene a un buen compañero de conversación., tal vez puede hablar con él del diario que tiene en posesión- dijo Ricardo pretendiendo no responder a un comentario más y con la vista fija en la ventana.
Morihei preguntó a Héctor por el diario que había mencionado Ricardo, era el mismo diario que había leído, sobre el chico que tenía una novia en Europa, su conversación fue amena y logró distraerlos durante el viaje.
La nave aterrizó sin problemas, aún había que recorrer camino a pie debido a que sino lo hacían revelarían su posición. Vincent se notaba como siempre silencioso, ni una palabra salía de él y tan sólo acercársele podría ser atemorizante. Nadie sabía su pasado y, en ese momento, era mejor no saberlo. Chantal aprovechaba la tecnología que le permitía escuchar su música favorita salida de la parte inferior de su rifle de asalto. Ricardo seguía silencioso, se le notaba preocupado, tal vez era la dificultad de reaccionar en ese momento, tal vez era el trauma de enfrentar a un demonio poderoso por primera vez, tal vez no era nada. Héctor y Morihei seguían hablando, hasta que a Héctor se le ocurrió decir: Por cierto jamás pregunté si habías sufrido de los primeros ataques de los demonios...
Morihei suspiró y por un momento no respondió a la pregunta.
Héctor intervino en ese momento diciendo: “Perdón, creo que fui demasiado informal”
Morihei lo miró y dijo: “No, está bien es sólo que es un poco difícil recordar aquello, cuando hablaban de este acontecimiento en las noticias pensé que tan sólo era una broma del canal o algo así pues ahora cualquiera puede hacer efectos especiales, sin embargo días después se acercaban a Okinawa. En ese entonces ya no era broma, los vi con mis propios ojos; reían y se burlaban de todos nosotros. No comprendía su lenguaje pues hablaban en un dialecto muy extraño, pocos fuimos los que sobrevivimos y escuchábamos como en tan sólo días aprendieron nuestro lenguaje con tal sólo escuchar a los prisioneros; creo que sólo de eso les servían pues los eliminaron inmediatamente después de amaestrar nuestra lengua en realidad no sé de que les sirvió esto último pero sé que tuvo alguna utilidad para tomar el mundo tan rápidamente...”
-Avisar que todo estaba bajo control- interrumpió Héctor
-¿Perdón?- dijo Morihei
-Sí, en ese entonces la única vía de acceso era una isla, tu natal Japón así las demás defensas bajarían la guardia un poco ya que era bien sabido que los demonios no hablaban en tu idioma y que desconocían la tecnología humana- dijo Héctor
-Tal vez tengas razón, el punto es que lo aprendieron, después fue fácil tomar la isla, no había ninguna resistencia en ella, terminaron con Okinawa, Tokio, Nagasaki, mi nación estaba en ruinas, estaba desesperado seguía pensando que una esperanza llegaría, todo fue tan rápido y a la vez tan lento...fue lo peor que habíamos sufrido desde la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial, no te desearía una vivencia de ese tipo, ni a ti ni a mis enemigos- dijo Morihei, en su cara se veía la angustia y la desesperación que los recuerdos le hacían sufrir.
-Sí, lo sé es duro, pero no te preocupes lo lograremos, será difícil pero llegaremos al fondo de todo esto- dijo Héctor y continuó: “Aunque de cualquier manera, ¿cómo saliste de ahí?”
-Suerte supongo, los demonios tenían vigiladas todas las playas pero logramos burlarlos en una pequeña embarcación, era eso o quedarnos ahí y morir de todos modos, así que optamos por vivir y recogimos toda la comida que pudimos y nos embarcamos hacía el este, hacía América y creo que fue una decisión acertada pues aquí estoy vivo aunque no sé por cuanto tiempo- respondió Morihei siguiendo el camino hacía donde los guiaban Vincent y Chantal.
10.12.06
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