17.7.06

Capítulo 1: Un día normal

Julio 16. Un día normal, bueno relativamente, es el cumpleaños de mi hermano, fuimos a su restaurante favorito donde comimos un suculento filete de carne (esto es lo que más adoro de los cumpleaños de mis hermanos). Después al centro comercial a comprarle un regalo, uno de esos estúpidos muñequitos que le gustan tanto. Un día normal para un cumpleaños ¿no es así?. El sol brillaba como de costumbre en estos días de verano, bueno eso sólo fue en la mañana porque en la tarde nos agarró una lluvia espantosa. En fin fue un buen día para un cumpleaños de todos modos, hace ya tres semanas que no veo a mi amada fémina, aún me causa gracia la cara que hace cuando le digo así, quisiera agregar una foto de su expresión pero jamás he podido captarla. Espero que el viaje a Europa le este sentando bien, hubiese ido con ella pero, desgraciadamente, mi familia no es tan adinerada como la suya. No me malentiendan, amo a Isabel pero aún no logró descifrar cómo es que se enamoró de mí, si yo siempre era tan...bueno basta de sentimentalismo y terminemos con lo que pasó hoy. Después de la lluvia vi una película para niños con mi hermano de seis años. Eso de ver es entrecomillas pues la verdad me dormí del aburrimiento. Después de eso me puse a escribir esto. Nos veremos mañana, supongo.
-¿Sigues leyendo esa basura?, esas estupideces sólo te harán soñar con un mundo hermoso y lleno de fantasías cumplidas que jamás vivirás, acéptalo vives en el año 2480, no hay más que restos de la sorprendente civilización que algún día fuimos, bebíamos agua por montones, comíamos deliciosas carnes de algún maldito cerdo o una vaca. Ahora nos peleamos por una rata, sí por esos animales a los que teme la novia del idiota que escribió ese diario. A aquellas que de niño mataba por diversión, esos malditos animales que en su época valían un bledo o tal vez menos. Los monumentos que visitaba Isabel en ese tiempo ahora son polvo, yo no sé lo que daría el hombre más poderoso del mundo en este momento por aunque sea ver uno por lo menos una vez. Esos edificios que nos decían que nuestra civilización era grande, que nos daban identidad, que tenían un toque humano, que me recordaban que mis manos podían servir de algo. Pero ahora con ellas, nuestras mayores esperanzas y sobre todo nuestra fe se han ido, tal vez para siempre. Algo que parecía tan fuerte con la Unión de Naciones. ¡Carajo, habíamos alcanzado la paz Héctor! , ¿qué demonios podía salir mal?, sí eso fue lo que pasó...demonios- al fin, Ricardo hizo una pausa y Héctor interrumpió.
-¿Quieres dejar de decir esas estupideces?, no es un maldito cuento irreal, tal vez soñar es la única manera de poder a ser lo que éramos, una civilización grandiosa o al menos así la llamábamos nosotros. Siempre te has quejado del porque no vivimos en el pasado o porque precisamente naciste en esta era. Es lo que todos los humanos han pensado, la persona que escribió el diario que encontré también quería vivir en otra época. Quería ser un gran caballero en algo que llamaba la Edad Media. Donde según él todo era incluso más civilizado que en su tiempo. No leo el diario porque quiera ser como él o porque me gustaría vivir en su tiempo, tengo la esperanza de encontrar la verdad de lo que pasó en realidad con nosotros, con nuestra civilización. No pienso aceptar lo que dicen los mandatarios, aunque estemos unidos luchando contra la crisis que azota a nuestro planeta, además el no tener recursos naturales nos hubiera acabado de todas formas ¿no lo crees?-
Hubo una pausa y Ricardo se quedo pensativo, después de ella replicó a las palabras de Héctor.
-El entender no nos llevará a ningún lado, eso no acabará con la crisis. ¿Es qué no lo entiendes? Entender no nos ayudará a destruir lo que nos agobia, no nos devolverá a nuestros seres queridos incluso aunque el entender nos ayude a combatirlo todo, incluso el más sabio no me devolverá a mi amada Andrea, sólo por ella me ofrecí como voluntario en la guerra. Para poder vengarme de aquellos que la mataron o para morir y tener ese vago sentimiento que me dice que al menos lo intenté- se notaba dolor en la cara de Ricardo, odiaba recordar a su amada, odiaba los recuerdos que le traía la imagen de Andrea en su cabeza; eran hermosos, pero no podía soportar los pensamientos de dolor al saber que jamás podrían ser una realidad. Héctor sólo miró a Ricardo, exhaló y se acercó a él para darle una palmada en la espalda y susurró: “Debe ser duro perder al amor de tu vida, yo no puedo decir lo que se siente pues la verdad muy pocas veces me he enamorado y de todas esas veces tengo muy malas experiencias. Pero ánimo, tal vez tú seas el héroe de esta guerra. Quien sabe, incluso hasta puedas volver a ver a Andrea”.
Ricardo suspiró y asintió con la cabeza diciendo nada y a la vez aprobando lo que había escuchado de boca de Héctor.

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