22.7.06

Capítulo 3: Amor eterno

El cielo esta cubierto de nubes grisáceas, el viento sopla cada vez más fuerte y, al parecer hace frío. Al menos así es como se ven las personas que están allá afuera, me sorprende aún seguir con vida a pesar de mis heridas. Quisiera estar junto a mi amado, él diría algo como “No te preocupes, todo saldrá bien”, “estaré aquí cuidándote por siempre. Yo sería tan ingenua como para darle un beso por esas palabras, aún soy tan infantil y, tengo que admitirlo, a veces inmadura. Hace tres años que no sé nada de mi esposo, aún lo amo, pero me dejo sola. Jamás me dio alguna explicación, simplemente se fue. Desearía que estuviera aquí, pues para mí no puede haber otro hombre; no tengo las fuerzas para poder seguir adelante y no podré morir feliz, será como la lluvia de allá afuera, mi tormento cesará de pronto, pero volverá de nuevo con más fuerza, atacando aún más mi corazón. Tal vez lo espere eternamente, para alguien como yo no queda otra cosa que hacer. He perdido totalmente la fe y la esperanza, pero algo muy dentro de mí me dice que lo espere que él llegará y me lo explicará todo. En verdad quisiera oír su voz una vez más, para poder dormir en paz, para poder descansar en paz, para poder morir en paz. Aún te amo...siempre lo haré, aunque lo niegue y me odie por hacerlo.

Andrea Beita.

Terminando de escribir el documento expuesto, Andrea volvió a su recámara y trató de dormir, sin concebir sueño con una cara llena de esperanza, especialmente reflejada en sus ojos cafés, moribundos y bastante irritados debido a las lágrimas derramadas esperando al viento, esperando al hombre, esperando a su marido, esperando nada. Después simplemente dejo salir de nuevo las lágrimas de sus hermosos ojos y parecía que el cielo la acompañaba en su tormento, pues en ese momento empezó a llover de nuevo y se le pudo oír un susurro salir de sus rojos labios: “Ricardo...”

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